Era un apacible día luminoso, de esos que se suceden en la India. Estaban paseando por el bosque un abuelo y su nieto. El niño gozaba del espiritu del buscador, de aquél que quiere hallar respuestas a los grandes misterios de la existencia.
De repente, dijo:
- Abuelo, ¿qué sucede cuando el cuerpo muere?
- Abuelo, ¿qué sucede cuando el cuerpo muere?
La voz cansada pero cariñosa del abuelo, dijo:
- Mi querido nieto, el cuerpo muere, pero el ser (sí-mismo) nunca muere. Él está en tí y en mí y en todos los seres, pero es también el ser de todo el universo. Es la esencia sutil que todo lo anima.
- Abuelo, perdona, pero no termino de comprender lo que quieres decirme – replicó con respeto el jovencito.
- Mi querido nieto, el cuerpo muere, pero el ser (sí-mismo) nunca muere. Él está en tí y en mí y en todos los seres, pero es también el ser de todo el universo. Es la esencia sutil que todo lo anima.
- Abuelo, perdona, pero no termino de comprender lo que quieres decirme – replicó con respeto el jovencito.
En el perfecto silencio del bosque, el abuelo y el nieto siguieron paseando.
De pronto, el abuelo dijo:
- Ve hasta aquel árbol y coge un fruto de sus ramas.
- Ve hasta aquel árbol y coge un fruto de sus ramas.
El niñito fue hasta el árbol y cogió uno de sus frutos. Luego volvió hasta su abuelo y se lo mostró.
El anciano dijo:
- Ahora quita la cáscara a ese fruto y dime qué ves.
- El fruto, abuelo.
- Abre el fruto. ¿Qué ves?
- Granos, abuelo.
- Coge un grano y ábrelo. ¿Qué ves?
- Minúsculos granitos, abuelo.
- Abre uno. ¿Qué ves ahora?
- Abuelo, nada. No hay nada dentro.
- Ahora quita la cáscara a ese fruto y dime qué ves.
- El fruto, abuelo.
- Abre el fruto. ¿Qué ves?
- Granos, abuelo.
- Coge un grano y ábrelo. ¿Qué ves?
- Minúsculos granitos, abuelo.
- Abre uno. ¿Qué ves ahora?
- Abuelo, nada. No hay nada dentro.
Y el abuelo explicó:
- Esa esencia sutil que tus ojos no pueden ver, querido mío, esa esencia sutil es el ser. Mantiene en pie al gran árbol. Nos mantiene vivos a ti y a mí, como hace que el fuego arda y el río fluya. No ves esa esencia sutil, pero está ahí.
- Esa esencia sutil que tus ojos no pueden ver, querido mío, esa esencia sutil es el ser. Mantiene en pie al gran árbol. Nos mantiene vivos a ti y a mí, como hace que el fuego arda y el río fluya. No ves esa esencia sutil, pero está ahí.
El niño sonrió satisfecho, agarrándose a la mano caliente de su abuelo. El anciano y el muchachito siguieron caminando por el bosque.
Fuente: un pasaje de los Upanishads encontrado en el libro “Cuentos espirituales de la India” de Ramiro A. Calle
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.