«Los sabios no se afligen ni por los vivos ni por los
muertos. Jamás he dejado yo de existir, ni tú, ni ninguno de estos caudillos,
ni tampoco dejará de existir en lo venidero ninguno de nosotros».
Y sin embargo, semejante ética llena volúmenes y más
volúmenes en la literatura oriental, especialmente en los Upanishads. «Mata
todo deseo de vida», dice Krishna a Arjuna. Tal deseo radica tan sólo en el
cuerpo, el vehículo del Yo encarnado, no en el YO que es «eterno,
indestructible, que ni mata ni es matado». (Katha Upanishad.) «Mata
la sensación», enseña el Sutta Nipáta; «considera iguales el
placer y el dolor, la ganancia y la pérdida, la victoria y la derrota». Además:
busca tu refugio solamente en la «eterno». (Idem.) «Destruye
el sentimiento de separatividad», repite Krishna en todas formas. «La mente(Manas) que
se abandona a los errantes sentidos, deja el alma (Buddhi) tan
desvalida como la barquilla que es arrebatada por el huracán sobre las olas». (Bhagavad
Gíta, II, 67.)